Según
Simpson, “la resiliencia se desarrolla en un contexto relacional y comunitario,
donde la persona puede encontrar apoyo, afecto y recursos para superar
adversidades”. En este sentido, la comunidad juega un papel fundamental en la
promoción de la resiliencia.
Simpson
también enfatiza la importancia del papel del "tutor de resiliencia",
que es alguien que puede acompañar y apoyar a la persona en su proceso de
transformación. Este tutor puede ser un adulto significativo, un profesional o
incluso un animal, como un perro.
En
resumen, Gabriela Simpson considera que “la resiliencia en comunidad se
desarrolla a través de la relación con otros significativos y en un contexto
relacional y comunitario. La comunidad y el tutor de resiliencia juegan un
papel fundamental en la promoción de la resiliencia.
La
resiliencia no es sólo individual. Ejemplos sobrados existen para confirmar
sobre la importancia de otro o de otros para poder sobrepasar las pesadumbres
de la vida.
Inclusive
los mismos médicos recomiendan a los familiares de una persona con cáncer
acerca de brindar cariño y ternura al paciente para que este pueda transitar la
enfermedad con alivio.
Es
interesante ver que a pesar de vivir como comunidad sólo tenemos conciencia de
aglomerados. Cada uno está mas preocupado por su bienestar individual que por
el bien común. En este sentido hay que mirar la importancia que tiene la vida
espiritual en las personas. Al menos para los cristianos, sin poner en juicio
la coherencia de vida; tienen el privilegio que el Dios que adoran es un Dios
que tiene rostro. El rostro es el prójimo. De ahí que surge la importancia de
la otredad.
En
los Evangelios está asentado lo que significa vivir en comunidad. Enseñan sobre
la importancia de vivir en comunidad a través de varios pasajes y enseñanzas de
Jesús.
En
Hechos (2:42-47), se describe la comunidad primitiva de creyentes en Jerusalén,
que se reunían regularmente para compartir la enseñanza de los apóstoles, la comunión
y las propiedades en común. Esta comunidad se caracterizaba por la unidad, la
generosidad y el apoyo mutuo.
En
Lucas (10:25-37), Jesús enseña la parábola del buen samaritano, que destaca la
importancia de amar al prójimo y cuidar de las necesidades de los demás. Esta
enseñanza enfatiza la responsabilidad de la comunidad de cuidar de sus miembros
más vulnerables. Para muestra basta un botón. Francisco fue claro en tiempo de
pandemia: “Nadie se salva solo”.
La
salvación proviene del otro, el que refleja quienes somos. Hay que volver a
mirar y tomar conciencia que en cada comunidad que me asiento soy parte de un
todo. Nadie puede atribuirse la idea de ser un sanador si nunca abrazó a
alguien sangrándose. El verdadero sentido de comunidad es saber mirar desde los
propios ojos para reflejar a otros lo que ve y aprender a aceptar lo que el
otro también ve. Vivir en comunidad es compartir la fe, no sólo ligado a lo
espiritual sino a lo terrenal. Es aceptar la diferencia en su totalidad
sabiendo que sólo hay una idea que nos iguala: la dignidad.
Vivir
en comunidad es saber caminar con esperanzas. Vivir en comunidad sana. Vivir en
comunidad es hacer digno al otro.