Seguidamente, el Obispo bendijo el agua con la cual el P. Cabrera roció a todos los presentes, y después le hizo entrega del Evangeliario para que proclame la Palabra de Dios.
En su homilía, Mons. Urbanč, primeramente, agradeció al P. Gustavo Flores “por todo el trabajo que has hecho en estos años. Habrá sido también para vos una gracia estar al lado de la Virgen, sirviéndola, y sirviendo al pueblo de Dios desde este cariño que tenemos todos a la Santísima Virgen, tantas fiestas que has tenido que preparar, son tres al año, y todas las otras ceremonias. Que te lleves en el corazón esta bendición que Dios te ha dado de poder prestar este servicio acá, en la Catedral, colaborando estrechamente con el Obispo y cuidando este hermoso Santuario que cobija desde hace más de 400 años esta imagen de la Santísima Virgen del Valle. Muchas gracias, padre Gustavo”.
También le agradeció al P. Juan Cabrera por “haber aceptado este pedido de ser un estrecho colaborador del Obispo en esta sede catedralicia”, agregando que “al ponerlo al frente del Santuario en este día domingo, las lecturas son un plan de vida para este servicio que va a prestar acá. La primera lectura de Samuel y después el Evangelio tienen algo en común, es algo revolucionario, que es amar al enemigo”, como lo hizo David y como lo pide Jesús. “Eso escandaliza al ser humano de hoy”, dijo, afirmando que “nosotros tenemos que instalar la revolución del amor en el mundo que nos toca vivir. Y eso es lo que te pido que prediques todos los días en este Santuario, el mensaje de Jesús que nos dice que tenemos que ser misericordiosos para obtener misericordia, que tenemos que perdonar, que no tenemos que juzgar a otros, ni tener prejuicios. Es Jesús quien nos está diciendo que tenemos que amar siempre, porque eso es lo que aporta algo novedoso a este mundo en el que estamos acostumbrados a la venganza, la crítica, la envidia, al odio, el rencor”.
Más adelante resaltó que “estamos en el Año Jubilar en el que ponemos en el centro el Sacramento de la Reconciliación, para acercarnos a Cristo pidiendo perdón por nuestros pecados, y los sacerdotes debemos estar disponibles para reconciliarlos con Dios, para recibir y celebrar ese perdón divino que tanto necesitamos”.