Este texto está desarrollado en tres grandes temas: 1. Tras las huellas de Cristo nuestra esperanza; 2. Los cristianos, portadores y constructores de esperanza entre los pueblos; y 3. Renovar la misión de la esperanza.
En su andar, Jesús pasó haciendo el bien y “devolviendo la esperanza en Dios a los necesitados y al pueblo”. Al haber experimentado “todas las fragilidades humanas, excepto la del pecado” y sostenido por su confianza en el Padre se convirtió en el “divino misionero de la esperanza (…) incluso en las pruebas extremas”, con sus discípulos “enviados a todos los pueblos y acompañados místicamente por Él”.
Francisco exhorta cuando dice: “Nosotros sintámonos inspirados a ponernos en camino tras las huellas del Señor Jesús para ser, con Él y en Él, signos y mensajeros de esperanza para todos, en cada lugar y circunstancia que Dios nos concede vivir. ¡Que todos los bautizados, discípulos-misioneros de Cristo, hagan resplandecer la propia esperanza en cada rincón de la tierra!”.
Ya en el segundo apartado, Francisco coloca bajo el foco las misiones ad gentes: compartir el mensaje evangélico con personas y comunidades con rostros y voces, “pienso particularmente en ustedes, misioneros y misioneras ad gentes, que, siguiendo la llamada divina, han ido a otras naciones para dar a conocer el amor de Dios en Cristo. ¡Gracias de corazón! Sus vidas son una respuesta concreta al mandato de Cristo resucitado, que ha enviado a sus discípulos a evangelizar a todos los pueblos”.
Señala las crisis por las que atraviesan comunidades cristianas localizadas en zonas consideradas “desarrolladas” que describe con “un sentimiento generalizado de desorientación, soledad y abandono de los ancianos; dificultad para estar disponibles a ayudar a quienes nos rodean”, baja cercanía, “estamos todos interconectados, pero no estamos en relación”, “centrados en nosotros mismos incapaces de altruismo”. Y marca al “Evangelio vivido en comunidad” como la puerta de salida hacia “una humanidad íntegra, sana, redimida” e invita a vivir plenamente el Jubileo de este año.
Formarse como “artesanos” de la esperanza es la propuesta de Francisco, “restauradores de una humanidad con frecuencia distraída e infeliz”, abrevando en “la espiritualidad pascual” de cada misa y, especialmente, “en el Triduo Pascual, centro y culmen del año litúrgico”.
Citando al venerable cardenal Van Thuan dice el Papa: “Son hombres y mujeres de oración, porque ‘la persona que espera es una persona que reza’”. Y luego destaca la condición comunitaria de la misión porque “la evangelización es siempre un proceso comunitario”, y la sinodalidad misionera de la Iglesia.