Luego de contextualizar en el día después del nacimiento de Jesús, señaló lo fundamental de la palabra del Señor: “Yo te amo, yo te perdono, vuelve a mí, la puerta de mi corazón está abierta para ti” (…) “Este es el significado de la Puerta Santa del Jubileo, que ayer por la noche abrí aquí en San Pedro: representa a Jesús, Puerta de salvación abierta a todos. Jesús es la Puerta” (…) “La misericordia de Dios lo puede todo, desata todo nudo, abate todo muro que divide, la misericordia de Dios disipa el odio y el espíritu de venganza. Vengan, Jesús es la Puerta de la paz”.
La invitación no quedó circunscripta a las intimidades personales sino que la trasladó a las naciones: “En esta Navidad, inicio del Año jubilar, invito a todas las personas, a todos los pueblos y naciones a armarse de valor para cruzar la Puerta, a hacerse peregrinos de esperanza, a silenciar las armas y superar las divisiones”.
El Papa Francisco hace público el llamado a la paz en todas sus intervenciones públicas, cita los países y regiones en conflicto, describe los dolores sin fin que provocan los enfrentamientos armados. Esta vez no fue la excepción: Ucrania, Oriente Medio, Palestina e Israel, Gaza, Líbano, Siria; en África, “República Democrática del Congo, así como a las poblaciones del oriente de ese país y a las de Burkina Faso, de Malí, de Níger y de Mozambique”, Sudán y la zona del Cuerno de África. Luego fue a Asia: Myanmar, y en América: Haití, Venezuela, Colombia y Nicaragua. Dio un particular espacio a la isla de Chipre que está en conflicto desde hace 50 años: un país que tiene “lacerado el tejido social y humano”.
“Él nos espera en ese umbral. Nos espera a cada uno de nosotros, especialmente a los más frágiles. Espera a los niños, a todos los niños que sufren por la guerra y sufren por el hambre. Espera a los ancianos —nuestros ancestros—, obligados muchas veces a vivir en condiciones de soledad y abandono. Espera a cuantos han perdido la propia casa o huyen de su tierra, tratando de encontrar un refugio seguro. Espera a cuantos han perdido o no encuentran trabajo. Espera a los encarcelados que, a pesar de todo, son hijos de Dios, siguen siendo hijos de Dios. Espera a cuantos son perseguidos por su fe. Que son muchos”, afirmó el Papa Francisco mostrando lo grande la carpa de Dios.
Agradeció a padres, educadores y maestros; personal sanitario, fuerzas del orden, a los que “llevan adelante obras de caridad, especialmente en los misioneros esparcidos por el mundo” por su “tarea silenciosa y fiel que busca el máximo bien”. Sabemos que nuestro mundo se ve aquejado por enormes desigualdades que entrañan los mismos tamaños de injusticias. En este sentido, Francisco deseó “que el Jubileo sea la ocasión para perdonar las deudas, especialmente aquellas que gravan sobre los países más pobres”. Abramos el corazón a Jesús y traspasemos su Puerta.