Palabras de Monseñor José Luis Zordán, presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada (CEVICO) de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), trajo al evento el saludo de la CEA y sostuvo que “hay que seguir buscando nuevas formas de presencia, animémonos a caminar juntos con esperanza”.
Cabe destacar que en el estadio de básquet del Colegio Sagrado Corazón de Córdoba que oficia de gran aula para este encuentro continental está presente alternativamente el cardenal cordobés y argentino Ángel Rossi SJ, y, durante todas las jornadas, también monseñor Juan José Chaparro, obispo de Merlo-Moreno, diócesis localizada en el gran cordón de conurbano bonaerense.
Los organizadores de este Congreso han informado que, además de los casi 500 asistentes presenciales, están conectados más de 600 vía zoom al que se accede con inscripción previa: en total más de 1100 personas y comunidades de más de 20 países latinoamericanos y caribeños.
Su exposición llevó por título “Iluminación teológica desde el Crucificado-Resucitado” y la inició con una cita de san Pablo: “La esperanza no defrauda” y un comentario provocador: “ante esta frase, me surgen muchas preguntas… la Vida Religiosa, centinela… ¿de qué esperanza?”.
A partir de allí se adentró en esa virtud teologal en el marco del próximo Jubileo de la Esperanza convocado por el Papa Francisco que lleva el lema de «Spes non confundit», trasladando su reflexión hacia el Crucificado-Resucitado como fundamento de la esperanza, evitando por lo tanto separar la resurrección de la vida y muerte de Jesús. «La fe cristiana tiene como fundamento un resucitado que fue crucificado, desde la marginación y el compromiso de la vida con el Reino de Dios», afirmó Moore.
Destacó el modelo que Jesús presenta para la salvación centrada en la praxis de misericordia, cuestionó las expectativas que se gastaban en ese tiempo de Jesús, como los fariseos, los zelotes y los esenios, cuyas propuestas de salvación chocaban con el mensaje de Jesús.
Para el religioso argentino la esperanza no reside en el hecho de ser estricto en el cumplimiento de normas religiosas, sino en vivir una fe que busque comprometerse con las personas y la misma misericordia. Así mismo, recordó las palabras de Jesús: “De misericordia quiero y no de sacrificios”, haciendo referencia que esta frase remite a una nueva comprensión de la relación con Dios y con los demás.
Propuso tres momentos clave de la vida de Jesús, de los cuales dijo que no tienen que ir separados, sino poder entenderlos como uno sólo que permite conducir la vida cristiana:
La vida: una esperanza decidida por el Reino, como proyecto de humanización; La muerte: una negación desesperanzadora, vivida con la plena consciencia del conflicto que asumió al confrontarse con estructuras de poder religioso y político; La resurrección: una reivindicación de la esperanza y con la misma invitación a confiar en la fidelidad de Dios.
Finalmente, el fraile dejó abierta la invitación a contemplar la vida de Jesús como un modelo de esperanza frente a las contradicciones y los cruces de la existencia humana. Al respecto dijo: “El fundamento de nuestra esperanza no es la Iglesia, ni el Papa, ni los sínodos. El fundamento de nuestra esperanza es Jesús de Nazaret y su propuesta del Reino de Dios”.
Luego, también dio espacio al arte en modo música y cerámica con estilo de oración. Los asistentes rezaron, cantaron, bailaron, hicieron figuras en cerámica que representaban sus propios carismas, los compartieron en grupos que están sentados “en redondo”, en sintonía total con el Sínodo de la Sinodalidad y sus congregaciones que también se desarrollaron en torno a mesas redondas para 8 personas.
Y luego el baile comunitario, rítmico, de las tierras centroamericanas, contagioso y animador: fue un momento de mucha gracia compartida en alegría plena.
Ya por la tarde, desde una perspectiva pneumatológica-mística, el Dr. Luis Alberto Gonzalo Díez, CMF, claretiano español, intervino con su exposición “Iluminación teológica desde el Espíritu que acompaña y sostiene”.
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte”, (2Cor 12,10). Así abrió su exposición y señaló que en la Vida Religiosa (VR) es importante “descentrarnos, volver a tomar contacto con la realidad, lo que llamamos debilidad es novedad”.
Invitó a repensar cómo se está viviendo adentro de las comunidades y congregaciones, tomando en cuenta que muchas veces se detecta una desconexión con la vida en general, falta de utopías o la falta de sueños en comunión.
“Si asumimos nuestra debilidad como un don del Espíritu podríamos ver que nos habla de discernimiento, nos devuelve el signo, nos libera de la eficacia y nos capacita para el encuentro”, profundizó Díez.
Hizo un señalamiento muy claro y cuestionador: “Seguimos manteniendo organizaciones agotadas”, aprender a desaprender sería un buen comienzo y hacer buenos diagnósticos apartados de algunas premisas como aferrarse a los postulados establecidos o que la mejora comunitaria es una cuestión de voluntad, o “que nos sentimos superiores al pueblo de Dios o que la comunidad es una suma de ritmo, horario y penitencia”, podría ser un buen camino para empezar los cambios.
El panel en el que compartieron sus trayectos en la vida contemplativa estuvo formado por Silvia Becerra, OCD “Experiencias contemplativas”; la “Experiencia de Mamá Antula” en la voz de Mariana Zossi, HDSNJ; Jorgelina Duarte que abordó la “Espiritualidad de los pueblos originarios”; y la hermana Blanca Meza Castillo, afrocolombiana, que compartió su mirada sobre la Vida Religiosa negra en América Latina y el Caribe.
Compartimos el video de sus intervenciones que no solo fueron profundas todas, sino también algunas más poéticas, otras musicales y otras potentemente vivenciales.