Una conjunción en sinfonía de sinodalidad que resonará globalmente este 11 de febrero, cuando podamos llamar santa a María Antonia de Paz y Figueroa, Mama Antula. Una historia en boca de Claudio Perusini, quien experimenta en su vida una sanación inexplicable.
Vos sos el hombre que con su milagro que lleva a la santidad a la nuestra querida Mama Antula. ¿Qué pasa por tu corazón cuando estás ya subiendo al avión que te llevará a Roma?
Estoy muy emocionado porque yo me enteré varios meses después que habían introducido mi caso como una causa de santificación. Yo no me recuperé de un día para el otro, fueron meses de hospitales, trabajos, muchas terapias… fue de a poco. Cuando me enteré que le estaban rezando a Mama Antula para su santificación yo dije ‘está bien, muchos tardaron 100 años, 150 años para pasar de beato a santo’ pensé que seguramente no lo vería… ¡y me tocó verlo! Lo vivo emocionado pero, ciertamente, les soy sincero, yo no he hecho absolutamente nada, al contrario. Algunos me preguntan cómo explicaría yo esto [se refiere a su recuperación inexplicable para la ciencia], lo tomo como que me mandaron de vuelta para que me porte un tiempo bien (risas), me dieron una segunda oportunidad.
¿Quiénes de tu familia y amigos rezaron a la Mama Antula y pidieron por tu recuperación?
Cuando yo estudié el secundario, tenía un compañero que hoy es obispo [es Ernesto Giobando, jesuita, obispo auxiliar de Buenos Aires y actual administrador apostólico de la diócesis de Mar del Plata en Argentina]. Cuando él se entera de lo que me había pasado, viaja de Buenos Aires a Santa Fe ese mismo día. Dicen que estuvo rezando 3 horas al lado mío, en terapia intensiva, y después de eso, fue a la casa de mi madre y habló con ella, mis hijos y mi mujer. Y ahí les habló de Mama Antula a la gente que le estaba rezando y pidiendo a ella. Cuando yo me desperté, cuando empecé a andar… imagínese… yo soy profesor de Filosofía, lo primero que leí fue la historia de Mama Antula. Para que tenga una idea de cómo estaba yo: me llevaba una hora leer una página y otra hora comprender lo que había leído. Y fui leyendo varios libros de Mama Antula. Ahora leo mejor, estoy lento todavía, pero estoy mejor.
¿Cuál fue tu enfermedad?
Es muy complejo decirlo, pero en concreto tuve un ACV (Accidente Cerebro Vascular), tiene muchos nombres, mi mujer los lleva escritos… Yo lo que sé es que lo que a mí me pasó no se recuperaba nadie y yo estoy acá. Es más: cuando me atendieron los médicos, me miraban y no comprendían absolutamente nada, la mejoría no tenía explicación. Yo, en concreto, digo: sigo contando el cuento. Ahora tengo 64 años y este ACV me sucedió cuando tenía 58 años.
¿Cómo está tu fe hoy?
Igual. Yo siempre he tenido fe y siempre he sido de rezar, desde chico. Nunca ha declinado. Yo rezo todos los días y he aprendido mucho. Antes yo hacía proyectos de varios meses, de años. Ahora aprendí: todas las noches me despido y todas las mañanas doy gracias porque tengo un día más.
Qué sabio. Te pregunto: ¿cómo te imaginás el momento en que puedas estar con el Papa Francisco, él que tanto quiere a la Mama Antula?
No lo quiero pensar mucho porque me emociono… no sé… ya me pregunté varias veces qué le iba a decir… no sé.
Lo vas a vivir abrazado por todos los santos, en especial Mama Antula, porque tu presencia nos reconforta en la fe y nos hace felices que estés bien. Además, has despertado fe en muchos y eso es un bien para tu corazón.
¡Hasta la vuelta!