Cuando uno
se da cuenta de que va caminando hacia El, entiende de que el viaje será aún mas
dichoso cuanto mas livianito de equipaje se lo haga. Equipajes del alma.
Somos
muchos los creyentes que nos debatimos entre el deseo y la realidad, la entrega
incondicional y el egocentrismo. Que no somos santos es evidente. Pero tampoco
nos consideramos mediocres, con el decir del autor Javier garrido, si
mediocridad significa tibieza, es decir, autosuficiencia y acomodación a lo
fácil y seguro .
¿Qué nos
falta? Sin duda, libertad interior, amor sin medida, coraje para jugarnos la
vida en una sola carta.
Cercanos a
la solemnidad de todos los santos, de todos, aquellos canonizados y aquellos
que están en el cielo y no lo sabemos, es bueno detenernos a pensar en el
camino, el modo del camino y las herramientas disponibles o que usamos para
llenar el anhelo de santidad sembrado por Dios desde el bautismo.
Debemos
seguir andando con la vista y el corazón en el Maestro, sabiendo que caeremos
mil veces y mil mas levantaremos el alma. Pidamos al Señor el don de la
paciencia que consolida la fidelidad, para que nuestra esperanza no quede
defraudada.
Mirando a
los santos amigos y quizás familiares, emprendamos nuevamente la búsqueda sin
culpas ni sufrimientos porque no se llega, la perfección vendrá con calma y
alegría por cada paso avanzado.
Señor, ojalá
pudiera darte todo lo que tengo hasta quedar en deuda conmigo mismo, quiero ser
santo, pero “transitar mi propio caminito” (Santa Teresita).